Del Dolor y el Sufrimiento


Salió de la habitación unos instantes. Me quedé sola mirando aquel Jesucristo colgado en la pared y repasando con la vista todos los objetos a mi alcance. Sólo pensaba en qué sería aquello que traería para “darme una lección”.

Después de algunos minutos que trascurrieron lentamente, entró por la puerta que estaba a mis espaldas. Traía en la mano un copa pequeña, llena de un licor verde. La puso frente a mí y luego se sentó.

--Tómala –me dijo. Pero quiero que guardes el trago en tu boca por unos minutos y que lo pases suavemente por todos los rincones, a manera de que el sabor penetre. Mientras yo te seguiré hablando de lo mismo y una vez que te diga, tragarás.

Hice lo que me dijo. Tomé la copa, la acerque a mi cara y aspiré el perfume de aquel licor verduzco. Tenía un olor extraño. Aún con la sensación de no tener que beberlo, tomé hasta el último sorbo y guardé ese líquido en mi boca, mientras escuchaba su conversación.

El sabor de ese licor, penetraba en cada uno de los tejidos de mi boca: en mis labios, en mi lengua, en mi paladar. Pronto todo tenía aquel sabor amargo y horrible que me provocaba ganas de vomitar.

--Trágalo ahora- me dijo. Yo tardé unos instantes en poder hacerlo. No quería tenerlo más en mi boca porque su sabor era terrible, pero no podía tragarlo, porque de alguna forma sabía que penetraría en todo mi cuerpo, dejando esa sensación amarga.

Terminé por hacerlo. Ya no estaba frío como cuando lo había bebido. Al mantenerlo dentro de mi boca, había adquirido un calor especial que lo tornaba aún más amargo. Pasó entre mi garganta y podía sentir como bajaba hasta mi estómago. Mientras, movía la boca en un intento de deshacerme de ese extraño sabor.

Siguió hablando de mil cosas. Luego me miró y dijo:

--El dolor es un proceso natural por el que todos pasamos cuando algo se termina. El sufrimiento, es una elección personal que alarga durante años el dolor.

Me quedé mirándola, sin poder decir palabra, pues aún sentía el sabor de aquel trago amargo.

Continuó: --Tomar ese licor áspero es como pasar por un proceso doloroso. Sabes que tiene un mal sabor y lo bebes: eso es el dolor. Mantenerlo en tu boca y pasarlo entre los dientes mientas penetra en cada una de tus células, es una elección personal: aletargar el dolor que produce el trago amargo y mantenerlo ahí por mucho tiempo, eso es sufrimiento. Todo podría cambiar si tomaras la copa, bebieras el trago y lo pasaras de inmediato. El sabor amargo se iría en unos cuantos instantes.

La miraba con ojos de terror mientras inspeccionaba cómo, poco a poco, esa amargura se iba diluyendo. Luego me pregunto:

--¿Cómo se siente el sabor?
--Ya se ha quitado por completo- le dije.

Sonrío y terminó la lección: Quizá el trago pueda ser amargo, y está bien sentir miedo de tragarlo, pero siempre es mejor cerrar la herida, tomar un respiro y tragar que seguir sufriendo. Ahora, ve y hazlo—me increpó.

Tomó la manija de la puerta y abrió paso hacia ese mundo de tragos amargos para el cuál, aún no sabía si estaba preparada.

2 comentarios:

Abraham Monterrosas Vigueras 25 de febrero de 2009, 19:53  

Impresionante la lección.

Me fue tan clara como cuando la contaste frente a todos nosotros. Ha sido una experiencia que me he tomado la libertad de comentar para aquellos que sufren.

Te quiero y agradezco que nos permitas conocer las dimensiones y texturas de tu corazón.

Ibrahim

Rogelio Pineda Rojas 26 de febrero de 2009, 14:12  

Hola. Pasé por aquí para agradecer tu visita a mi blog. Este post estuvo muy bueno. Saludos.

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