Absurdos


Hace unos días me preguntaron que era lo más absurdo que había hecho en la vida. No supe que contestar. Hoy vino a mí una idea: lo más absurdo que he hecho ha sido enamorarme. Pero no por ser malo. Piénsenlo bien. Enamorarse es absurdo porque es comenzar un camino sin retorno. Algo así como entrar a una carrera en la que hay que correr junto a otro. Rápido en ocasiones, a veces lento. Apretando el paso, disminuyéndolo, pero nunca parando y todo esto se debe hacer en la misma sincronía, al mismo ritmo que el otro.

Y es una carrera de obstáculos porque siempre habrá algo que intente impedir que sigan el camino juntos y hay que saltar, quitar de enmedio lo que nos cierra el paso, esquivar lo que venga. Siempre juntos y corriendo.

Pero lo más absurdo de esta carrera radica en que su importancia ¡no es la meta, sino disfrutar el camino!

Respondiendo a mis preguntas filosóficas de lo últimos tiempos...

¿A qué sabe el amor?
A besos, a una combinación de sabores, colores y palabras que comienzan en la boca y explotan en la mente. Algo así como cuando Ratatoulle disfruta el placer de la comida.

¿Y la pasión?
A la más exquisita selección de chocolates que hay que disfrutar en cada mordida (aunque se acaben) y saborear en la boca mientras se diluyen lentamente.

Soy una mujer en construcción

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